sábado, 12 de marzo de 2011

El incomprendido calvario de la amiga de todos

Acaso será porque lo saludé? ¿o quizá porque fui amable? De repente carece tanto de amor, ¡Pobre! Pero ¿qué culpa tengo yo de ser así de buena, así de bonita y así de simpática? Para que luego anden diciendo  que soy una loba, una zorra. Cuando lo único que hago es imitar la actitud de la madre Teresa o de San Francisco de Asís dando amor a quien lo necesita.

En lugar de expresarse de mí con adjetivos despectivos, deberían imitarme. El hecho de que, en dos o tres oportunidades, me haya acostado, accidentalmente, y por mostrar demasiado celo en mi labor consoladora con algunos buenos amigos -¡tan lindos!-, no significa que sea yo una prostituta.

Lo diré por si no ha quedado claro: Yo pienso que mi función en la vida es hacer cuanto me sea posible para lograr que cada mortal de sexo masculino que se presente necesitado de ayuda, logré partir con una sonrisa en los labios. Si soy culpable de algo, es de haber hecho mía la frase: El fin justifica los medios. Fuera de eso, soy -modestamente- lo más cercano a una santa en estos tiempos post modernos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario